ESE ALGUIEN

Te todavía enloqueciera allí.

 Con las manos en el papel recién acariciado y la voz sensual de Diana Krall, me siento frente a la pantalla a husmear en los codos y recodos de las sensaciones sentidas, en el instante en que uno es y puede ser. Detrás de mí, sólo de piano, sólo.

Te acabas de ir pero ese segundo prosigue, se hace tiempo en el tiempo y me descubro aquí casi frente a ti, como si tus ojos me miraran con ese olor tan característico de los que saben que ven, como los ojos de alguien que alguna vez expresó que mira lo que otros creen mirar, como si la noche que me cae encima dándome todos los tonos del rojo, del azul, fuera una madre acariciándome suavemente el pelo, fuera una abuela siempre con el mate justo, fuera un poema de Pizarnik en el punzante momento en que tiene que ser, fuera tu tenue boca besada turbulentamente por mis manos que provienen del infierno de mis ideas, fuera un instante que dejé escapar, un segundo, pero tal vez un primero.

Te fuera mordiendo hasta las últimas amapolas.

Aún cuando el juego que más me gusta es el de las palabras al ser escupidas por las bocas que las contienen casi como a sus prisioneras en ese frente a frente que nada y todo esconde, en ese juego donde todo tiene que ser jugado, donde cada carta vale miles, donde los gestos me desafían a ser yo y todos los que soy, aún cuando así quiera decirte que te nadara en la inmensidad insaciable de la lascivia, aún así debí usar la tinta negra sobre el papel-espera para acercar el remolino de plateados en donde nadan mis sueños sobre una barca eterna.

Te lamiera, fálicamente mía.

Entonces es tiempo de caminar, de sacar la sortija y dar una vueltita más sobre un caballo, un autito o una mujer que se acerca suave a pies descalzos, con las manos llenas de preguntas que no han sabido entender, con el silencio deseoso de ser compartido, con la sonrisa como escudo.

Una flor

No lejos de la noche

Mi cuerpo mudo

Se abre

A la delicada urgencia del rocío.